Reflexionando, mi memoria rescató de sus entrañas el recuerdo de un cuentecillo que leyó en su día la insigne Magdalenita. Generalmente en internet es presentado este cuento como una leyenda china, lo cual me parece muy dudoso, porque un chino nunca diría «especie de palillos semejantes a aquellos con los que comen los chinos». Y aquello del sabio que desciende al infierno y después va al cielo es muy dantesco, muy italiano del siglo XIII. No obstante, me parece interesante, como casi todos los cuentos y proverbios orientales (u orientaloides).
Cierto día, un sabio visitó el infierno. Allí, vio a mucha gente sentada entorno a una mesa ricamente servida. Estaba llena de alimentos, a cual más apetitoso y exquisito. Sin embargo, todos los comensales tenían cara de hambrientos y el gesto demacrado. El motivo era el siguiente: Debían comer aquel arroz con una especie de palillos semejantes a aquellos con los que comen los chinos; pero no podían, porque eran unos palillos tan largos como un remo. Por eso, por más que estiraban su brazo, nunca conseguían llevarse nada a la boca.
Impresionado, el sabio salió del infierno y subió al cielo. Con gran asombro, vio que también allí había una mesa llena de comensales y con iguales manjares. En este caso, sin embargo, nadie tenía la cara famélica; todos los presentes lucían un semblante alegre; respiraban salud y bienestar por los cuatro costados. Y es que, allí, en el cielo, cada cual se preocupaba de alimentar, con aquellos largos palillos, al compañero que tenía enfrente.
Creo que tengo bastantes cosas que decir al respecto, pero me da demasiada vergüenza hablar de un tema tan subjetivo y revelador. Así que, salvo que los millones de lectores de este blog me apabullen con respuestas a esta entrada, opinando y dando pie a algún tipo de debate, seguiremos con chorradas.
Ah, y si alguien (guiño) quiere debatir sobre interesantes temas del estilo de los que escasean en nuestros depauperados blogs (ser o no ser de la oveja Dolly, por ejemplo), quizá debería hacérmelo saber porque dentro de dos semanas existe la posibilidad de que disponga de tiempo para ir a algún buffet libre asiático (guiño, guiño).